La Guerra en Siria no solo ha causado miles de muertes y destrucción dentro de sus fronteras, también ha creado una crisis humanitaria que ha dejado más de 3 millones de refugiados, elevando el número de desplazados a su máximo histórico desde hace 18 años. Debido al recrudecimiento del conflicto entre el gobierno de Bashar Al-Assad, el autoproclamado Ejército Libre de Siria, el grupo terrorista Estado Islámico y las milicias kurdas de Rojava, millones de personas han tomado la dura decisión de huir de su país, sobretodo hasta las costas de Grecia, por la ruta más peligrosa y mortal: el mar Mediterráneo.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) estima que solo en el mes de julio han llegado 50.242 inmigrantes a Grecia, cuando en todo el año 2014 el número era de 43.500. El 82% son de origen sirio, lo cual significa que tienen derecho a entrar en Europa como refugiados. Ante esta situación la Unión Europea (UE), que en diferentes ocasiones ha prometido ayuda humanitaria, debería ofrecer facilidades para entrar en el continente y defender la vida de millones de mujeres, niños y hombres que huyen de un conflicto armado que está a las puertas del viejo continente. Sin embargo, en la actualidad no existe ninguna vía legal para llegar a Europa, las fronteras terrestres se encuentran cerradas y la única opción viable son las precarias pateras ilegales que cruzan el mar. "La postura de la Unión Europea me parece muy cínica: pretende que el Mediterráneo haga el trabajo sucio, la criba, no permitiendo llegar a estas personas que atraviesan el mar cuando tienen todos los derechos para ser refugiados pero se ven obligados a jugarse la vida en estas pateras porque no tienen otra vía para llegar a Europa.” explicó una portavoz de Médicos Sin Fronteras (MSF) al diario español El Mundo. Más de 2.000 personas han muerto en lo que va de año intentando cruzar el Mediterráneo, una cifra que aumenta sin parar y que podría superar con creces datos anteriores según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) .
- el negocio de las fronteras
Diversos expertos señalan directamente a la política fronteriza de la UE como responsable del incremento de muertes. La operación Mare Nostrum era la encargada de vigilar las fronteras marítimas y su principal objetivo era, en principio, salvar vidas en el mar. Esta operación fue desactivada tras recibir críticas por el uso de naves militares y un presupuesto que se consideró demasiado elevado. Fue sustituida por la operación Tritón, evidentemente mucho más barata pero cuyo objetivo parecía ser el control fronterizo, dejando en un segundo plano las misiones humanitarias. Esta actitud frente a la migración es preocupante pero aparentemente habitual en las políticas de la UE. "Europa destina casi el triple más a blindar sus límites que al refugio de personas que han salido huyendo de sus países en guerra" explica Susana Hidalgo, autora del libro El último holocausto europeo, un libro donde investiga el negocio del sector privado en la seguridad fronteriza de Europa.
Y es que parte de los servicios dedicados a vigilancia y control de fronteras se llevan a cabo por parte de empresas privadas. La externalización es cada vez mayor, haciendo de la migración un negocio lucrativo a costa de vidas humanas y recursos de los contribuyentes europeos, dado que la agencia de control de fronteras (FRONTEX) se financia del erario público y los servicios privados son más caros que los de los estados miembros.
Hidalgo sostiene que detrás de esta forma de gestionar el problema se esconde el racismo. Cuando la UE es conocida por la libre circulación de ciudadanos cierra sus fronteras al refugiado o al inmigrante ilegal y criminaliza su decisión incluso llegando a asociar en el imaginario común al migrante con enfermedades contagiosas, el terrorismo y la delincuencia convirtiéndolo en un problema de europeo, sin tener en cuenta el conflicto del que huyen esas personas. Por ejemplo, usando lenguaje alarmista en los medios de comunicación, que hablan de “olas de inmigrantes” que “irrumpen” en las fronteras.
- la odisea de los supervivientes
Pero los que lo consiguen tampoco lo tienen fácil. 264.500 personas han cruzado el mar huyendo de sus países según ACNUR y la gran mayoría llegan a Grecia, un país en serias dificultades económicas y sin estabilidad política en la actualidad. Esta situación agrava la gestión de los refugiados que deben registrarse como tales para continuar su viaje hasta el centro y el norte de Europa. En Atenas los recién llegados tienen que acampar en un parque del centro de la ciudad esperando a conseguir papeles, en la isla griega de Kos más de 2.000 refugiados fueron encerrados en un estadio sin agua y comida y en días anteriores habían sido desalojados violentamente por parte de la policía de las plazas públicas donde habían improvisado campamentos, sin darles alternativas para realojarse mientras esperaban a cruzar a la península griega. El director de operaciones de MSF, Brice de la Vigne, declaró que “lo que era una situación de inacción se ha vuelto una situación de abuso”.
Macedonia - situado encima de Grecia - decidió cerrar las fronteras durante unas horas el 21 de agosto dejando a cientos de refugiados esperando cruzar, los cuales fueron dispersados con gas lacrimógeno y fuerte represión, incluso habiendo varios niños entre ellos. Otros países de la UE, obligados a ofrecer asilo a los exiliados, han puesto varios obstáculos y excusas frente a esta crisis humanitaria. Dinamarca y el Reino Unido hicieron uso de una cláusula que los exoneraba de tener que recibir refugiados, Austria y Hungría no ofrecieron ni una sola plaza y España decidió acoger a 1.300 personas cuando desde Bruselas se le pidió que acogiera a 4.288. Además, el Ministro de Interior de Eslovaquia anunció que rechazaba a los musulmanes bajo el argumento de que en su país no habían mezquitas y por lo tanto no podrían integrarse.
Ante un problema que afecta a más de 60 millones de personas incluso el Papa Francisco se ha manifestado, diciendo que hay que responder con misericordia tanto física como espiritual. Lo cierto es que hará falta más que eso para frenar el nuevo holocausto europeo, que si no cesa podría matar a 30.000 personas en el año 2015.