Diferentes colectivos llevaban días anunciándolo, el 12 de agosto querían hacer historia. Llenar las calles de Lima y de todo el Perú con una demanda: que se deje decidir a las mujeres sobre sus propios cuerpos.
Perú es el país con mayor tasa de denuncias por violación de toda América del Sur. Se podría decir que ese es el titular más sensacionalista del mundo, pero lo cierto es que cada año en América Latina se registra una media de 7.000 denuncias por violación. Pero no se alarmen aún, que Perú sea el país con mayor denuncias no significa que sea en el que se produzcan más violaciones, de hecho, se estima que solo el 5% de las violaciones se denuncian. Ahora sí: Alármense.
Una vez alarmados, siéntense, porque ahí va otro dato: el 34% de víctimas de violación entre los 10 y los 19 años resulta embarazada. Este porcentaje solo se explica de una manera, la violación acostumbra a ser reiterada, en el 76% de casos por parte de alguien con una relación cercana a la víctima, dicha agresión se alarga durante años hasta que ocurre lo inevitable. Pero ¿Qué pasa después? Podríamos intentar preguntar a muchas de esas adolescentes y niñas que tuvieron que pasar por ese calvario, pero no podríamos, están muertas. Algunas murieron intentando llevar a término un embarazo que no correspondía con su desarrollo, muchas otras decidieron suicidarse y acabar con todo y otras fueron asesinadas intentando abortar. Asesinadas por personal sin conocimientos en locales sin medidas higiénicas, asesinadas por no recibir atención médica especializada, desangradas, malheridas, destrozadas, otra vez. Asesinadas por la ley. Porque en el Perú, un país con una estimación anual de 35.000 embarazos por violación, es ilegal abortar.
Por eso colectivos feministas, ciudadanos, partidos políticos y organizaciones sociales salieron de forma pacífica a protestar ante el Congreso. Tras ver sus intenciones frustradas por la policía, que argumentó que el permiso que habían solicitado para marchar ya no era válido a esa hora, un grupo consiguió esquivar el cerco policial y llegar hasta el final. Allí fueron duramente reprimidos con chorros de agua y gases lacrimógenos tan solo por gritar una consigna: Aborto legal para no morir.